El 'bromance' se terminó: el matrimonio de Elon Musk y Donald Trump, una alianza de egos tan explosiva como fugaz
El presidente de Estados Unidos y el hombre más rico del mundo consuman su ruptura con una guerra abierta y pública, con el intercambio de graves acusaciones.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el hombre más rico del mundo, Elon Musk, no son la misma persona, pero podrían haberlo sido. Uno nació en Queens, Nueva York; el otro en Pretoria, en Sudáfrica. Los dos heredaron una fortuna y construyeron sus imperios, hicieron de la polémica su seña de identidad y han utilizado sus redes sociales (Truth Social y Twitter, perdón... X) como el mejor altavoz para hablar sin filtros y difundir bulos sin cortapisas. Sin embargo, menos de un año después de entregarse el uno al otro hasta el punto de parecer juntos en casi todas partes, ambos se han dado cuenta de que sus egos no caben en la misma habitación y, mucho menos, en las de la Casa Blanca.
Lo suyo no fue una amistad. Fue una alianza entre dos hombres que entienden el poder como un escenario de confrontación permanente, donde todo se puede decir, todo se puede pactar y todo se puede romper al instante. Trump volvió a la Casa Blanca gracias al dinero que invirtió Elon Musk en su campaña electoral y con el que compró su derecho a tener su propio departamento en la Administración estadounidense: DOGE, desde el que aplicó la motosierra, desmantelando organizaciones clave en cooperación internacional y despidos masivos de trabajadores públicos, construyendo un eje MAGA-tecnocrático de la mano del inquilino de la Casa Blanca que han marcado la agenda económica y política de Estados Unidos el primer semestre de 2025. Hoy, ese eje ha saltado por los aires.
El final de este 'bromance' no es una ruptura. Es una guerra abierta, una batalla de gallos como las de Pimpinela, que tiene también sus consecuencias institucionales, económicas y tecnológicas que también amenaza la estabilidad de los mercados globales, agitados ya por la guerra comercial impulsada desde la misma Casa Blanca. Así, lo que nació como la unión de dos ególatras hipermillonarios, ha terminado en una guerra abierta en la que se han cruzado graves acusaciones, amenazas de poner fin a muchos contratos públicos y hasta alusiones a la lista de Jeffrey Epstein, el multimillonario que se quitó la vida y al que se le acusó de reclutar jóvenes para abusar de ellas. Un último acto propio de una relación marcada por egos desbocados, intereses particulares y una visión autoritaria del mundo.
Donald Trump - Elon Musk, una relación imposible
El primer acercamiento entre Donald Trump y Elon Musk se remonta al mes de diciembre del año 2016. El presidente de EEUU acababa de ganar sus primeras elecciones e invitó al empresario a formar parte de sus consejos de asesores en asuntos económicos. En aquel momento, el CEO de Tesla no presumía de gorra MAGA ni de abrazos cálidos: entonces, había una estrategia. Musk necesitaba proteger sus intereses sobre movilidad eléctrica y el uso de energías renovables. Pero la luna de miel duró poco porque seis meses después, en junio de 2017, después de la salida estadounidense del Acuerdo de París, aprobado en la COP21, el multimillonario puso fin a su corta relación: "El cambio climático es algo real. Abandonar el Acuerdo de París no es bueno ni para Estados Unidos ni para el mundo", escribió en Twitter, años antes de comprarse al red social y cambiarle el nombre.
Pero cinco años después de darse un espacio y de que Joe Biden llegase a la Casa Blanca, Donald Trump volvió a flirtear con Musk, de quien llegó a decir que el multimillonario era "uno de los grandes genios del mundo". Dos años después, en las presidenciales de 2024, el propietario de Tesla se convirtió en el mayor donante de la campaña republicana con la aportación de 250 millones de dólares. Una inversión con la que se compró el derecho a tener un departamento propio, DOGE, dentro del organigrama del Gobierno Trump, a la sombra de un presidente de Estados Unidos con el que se le vio en combates de la UFC o al que llegó a regalar un coche eléctrico de la compañía de la que depende su fortuna.
Sin embargo, cinco meses después de la investidura de Trump, al presidente republicano y al que fuera su asesor estrella, se les ha roto el amor. La separación se ha consumado el 5 de junio, pero llevaba semanas fermentando. Musk abandonó el Gobierno el pasado 30 de mayo por, según sus palabras, "diferencias de criterio" con el rumbo que había tomado la gestión del gasto público. Trump intentó quitarle importancia a la salida del magnate en una rueda de prensa conjunta desde el Despacho Oval, donde trataron de mostrar que lo suyo había terminado bien, como amigos: "No se va realmente", dijo el presidente.
No obstante, la aprobación en la Cámara de Representantes del nuevo plan fiscal y del proyecto presupuestario de los republicanos, valorado en 2,4 billones de dólares que irían a deuda pública, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, fue suficiente para que el CEO de Tesla lo criticase con dureza en X, donde lo calificó de "abominación repugnante", además de negar su participación en en su redacción y asegurar que el texto se tramitó tan rápido que "ni siquiera los congresistas tuvieron tiempo de leerlo".
A partir de ahí, la disputa dejó de ser técnica y se convirtió en un enfrentamiento político abierto y las redes sociales de ambos se convirtieron en el campo de batalla. Pero antes, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en presencia del canciller alemán, Friedrich Merz, un visiblemente molesto Donald Trump escalaba la batalla: "Estoy muy decepcionado con Elon. Me ha sorprendido porque conocía el proyecto de ley mejor que nadie”, dijo antes de amenazar con represalias: "La manera más fácil de ahorrar miles de millones es la cancelación de los contratos que tenemos con las compañías de Elon”.
La guerra abierta le pasa factura a Elon Musk
El impacto de esta guerra abierta entre Donald Trump y Elon Musk ha sido casi inmediata. Las acciones de Tesla se desplomaron un 14% hasta el punto de ver como el valor bursátil del fabricante de coches eléctricos perdía 150.000 millones de dólares. Una volatilización que también ha afectado al bolsillo del hombre más rico del mundo, que ha visto como de su fortuna personal se esfumaban unos 20.000 millones. Aunque esto no ha sido más que la punta del iceberg de problemas a los que se puede enfrentar el millonario.
El duelo con Trump coloca a Musk en el punto de mira de los organismos reguladores en EEUU. La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA, en sus siglas en inglés) debe dar luz verde a la implantación de los taxis robots de Tesla y a la implantación definitiva de la conducción autónoma de estos vehículos. La Administración Federal de Aviación en Estados Unidos (FAA, en inglés) le ha abierto una investigación a SpaceX para averiguar las razones que puedan explicar los incumplimientos en la entrega de los vehículos que permitan continuar con los programas aeroespaciales de la NASA; la lanzamientos. La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), por su parte, se encarga de analizar y aprobar la concesion de Starlink para crear una red para prestar servicios de telecomunicaciones. La FDA observa con lupa los movimientos de Neuralink y X, su red social, afronta investigaciones de la Comisión Federal de Comercio (FTC) y también de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC).
Cada ventaja que Musk esperaba conseguir al acercarse a Trump, ahora se convierte en un verdadero riesgo. Por SpaceX tiene contratos con la administración pública por 5.900 millones y otros de 2.890 con la NASA para el desarrollo de las misiones a la LUna. Si se revisan o llegan a congelarse, el calendario espacial estadounidense se tambalea. Lo que antes era un futuro brillante, ahora se presenta como un campo de minas burocráticas.
Donald Trump, por su parte, es posible que ya haya perdido a su donante estrella y que su campaña para las elecciones de medio mandato sea un daño colateral que puede marcar el tono de la segunda parte de la legislatura republicana. Y lo que es peor: se ha ganado a un enemigo con cohetes, capital y una red social. Musk, herido y rencoroso, tiene medios y seguidores suficientes como para tratar de romper el movimiento MAGA desde dentro. Si decide ir más allá de las encuestas y realmente lanza su partido, el Partido Republicano podría tener un problema tan grande como la deuda que Trump pretende recortar.
Hoy, mientras los analistas financieros intentan digerir el terremoto bursátil y los asesores legales de Musk hacen horas extra para revisar todos los contratos federales firmados en los últimos años, la gran pregunta no es si volverán a hablarse. Es qué factura va a tener este divorcio para la política estadounidense y para la economía global.