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Israel permite de nuevo la entrada de ayuda en Gaza para seguir con su ofensiva militar

Israel permite de nuevo la entrada de ayuda en Gaza para seguir con su ofensiva militar

Netanyahu ordena que se reanude la entrada de "una cantidad básica de alimentos" destinada a la población con el objetivo de "evitar una crisis por hambre en la Franja"

Ciudadanos palestinos se agolpan en un punto de entrega de ayuda humanitaria en Gaza.Mahmoud ssa

El Gobierno de Benjamín Netanyahu ha ordenado este domingo que la ayuda humanitaria vuelva a entrar en la Franja de Gaza, aunque no se trata de una apertura total de los pasos fronterizos porque, según un comunicado que se ha hecho público esta noche, será solo un puñado de camiones los que podrán acceder a territorio gazatí, en lo que han definido como una medida “básica” para evitar que el hambre comprometa su ofensiva militar.

La decisión, que se ha adoptado en una reunión del Gabinete de Seguridad, no supone un giro humanitario dentro de la estrategia de Israel respecto a Gaza, sino un cálculo táctico tras más de dos meses de un bloqueo total a la entrada de alimentos en la Franja, lo que ha forzado la salida, incluso, de organizaciones no gubernamentales que trabajaban en la zona y que han visto como sus almacenes se vaciaban sin poder reponer la comida. 

De hecho, Israel reconoce en el comunicado donde ha anunciado su cambio de postura, que el anuncio responde a razones estrictamente operativas: impedir que la falta total de suministros comprometa el desarrollo de su ofensiva militar israelí "para derrotar a Hamás”, intensificada en los últimos días bajo el nombre de operación Carros de Gedeón.

La apertura de las fronteras para la entrada de ayuda humanitaria se produce después de semanas de presión internacional, especialmente desde Washington. Estados Unidos ha pedido a su aliado, mientras lo respalda militarmente, que garantice un acceso mínimo de alimentos en Gaza. En las últimas semanas, las imágenes de hospitales colapsados, niños sin comida y bombardeos sobre campamentos han tensado los equilibrios diplomáticos. Pero lo que no ha cambiado la estrategia de Netanyahu: la prioridad sigue siendo derrotar a Hamás, aunque implique que 2 millones de personas vivan en condiciones inhumanas.

Un alivio mínimo para una población al límite

La distribución de los alimentos, según ha confirmado el Gobierno israelí, se llevará a cabo a través de organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos o la ONG World Central Kitchen. El sistema se mantendrá así de forma temporal, hasta que entre en funcionamiento el mecanismo conjunto diseñado por Israel y Estados Unidos, que contempla unos pocos puntos de reparto en el sur de Gaza, gestionados por contratistas privados y vigilados por el Ejército israelí. Las agencias humanitarias y Naciones Unidas ya han rechazado este modelo por no garantizar la neutralidad ni el acceso seguro, y por obligar a miles de personas desplazadas a concentrarse en zonas bajo control militar.

Mientras tanto, el bloqueo sigue afectando a todos los demás suministros: medicinas, combustible, agua potable y material sanitario. La entrada de alimentos no implica el levantamiento del cerco, ni mucho menos. La desnutrición se ha convertido en una constante, los hospitales han dejado de funcionar por falta de recursos y el sistema sanitario está colapsado. El hospital indonesio, uno de los últimos en funcionamiento en el norte, ha cesado su actividad tras recibir impactos directos de proyectiles israelíes. El 75% de las ambulancias está fuera de servicio por falta de combustible.

En paralelo, la ofensiva terrestre sigue su curso con la operación Carros de Gedeón. En la última semana, el Ejército israelí ha bombardeado más de 670 supuestos objetivos de Hamás y ha avanzado sobre distintas zonas del norte y el sur del enclave. El Ministerio de Sanidad gazatí ha cifrado en al menos 464 los muertos en los últimos siete días. Uno de los ataques más recientes ha alcanzado un campamento de desplazados en Jan Yunis, matando a varias mujeres y niños y dejando decenas de heridos mientras las tiendas ardían.

En el terreno diplomático, las negociaciones indirectas en Doha han vuelto a encallar. Israel sigue rechazando un alto el fuego y exige la liberación de los 58 rehenes sin comprometerse a poner fin a la guerra. Hamás, por su parte, mantiene sus condiciones: cese de las hostilidades, retirada total del Ejército israelí y fin del bloqueo. La frustración ha crecido incluso dentro de Israel, donde familiares de los rehenes acusan al Ejecutivo de Netanyahu de estar anteponiendo su agenda política a la vida de los cautivos. “Los están utilizando como rehenes políticos”, ha denunciado la madre de uno de ellos en redes sociales.

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La medida anunciada hoy por Netanyahu —autorizando la entrada de una cantidad mínima de alimentos— no alivia de forma significativa el castigo colectivo al que está sometida la población de Gaza. Llega tarde, llega limitada y llega condicionada. Lo que no se ha detenido es la ofensiva militar. Ni tampoco el colapso humanitario.