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El feminismo es la respuesta: levantad, carpinteras, la viga del tejado

El feminismo es la respuesta: levantad, carpinteras, la viga del tejado

"Afirmar que 'la izquierda no es un lugar seguro para las mujeres' suena como decir que la izquierda es un espacio más inseguro para las mujeres que el resto del mundo. Lo cual no es cierto"

Una mujer, durante una manifestación estudiantil por el 8-M este viernes en MadridEuropa Press via Getty Images

De 8M en 8M echamos la mirada atrás, viendo todo lo que hemos avanzado y cómo nada ha vuelto a ser lo mismo desde que esta oleada feminista empezó a batir. Tras los años de arranque donde todo eran victorias, donde las gentes más insospechadas se declaraban abiertamente feministas y hasta la última empresa se aseguraba de dejarnos claro que estaban en nuestro barco, ahora nos encontramos inmersas en pleno backlash o reacción, ese periodo de furibunda oposición a todas las mejoras que ha generado el feminismo que tan brillantemente describió Faludi en la reacción anterior.

En el ecuador de los años 20, marcado por la articulación de una internacional reaccionaria que amenaza con dinamitar todos los consensos alcanzados después de la Segunda Guerra Mundial, el feminismo refulge con fuerza en los dos frentes que dividen a Occidente. Por una parte sigue siendo el movimiento transformador, obrero, antirracista y anticolonial capaz de construir futuro hasta el punto de ser, junto al ecologismo, los únicos movimientos capaces de hacerse cargo de algo tan evidente, como que el s. XXII vendrá y es innegociable que quienes lo habiten han de hacerlo en mejores condiciones que quienes habitamos el s. XX.

Del otro lado, en un reverso tenebroso escalofriante, es el odio al feminismo el que vertebra a esa derecha radical internacionalmente unida que tiene como uno de sus principales objetivos amedrentarnos a las mujeres y a otros colectivos como las personas LGTBIQ+, migrantes, y todas aquellas que simbolizan una “otredad”. Sin entender que todos esos colectivos, lejos de ser anécdotas al margen, son parte de la sociedad con tantos derechos como ellos. Y sin asumir que esos colectivos, junto con las mujeres, constituimos la mayoría de la población humana. Esta disputa, presente en la brecha ideológica que se abre con fuerza entre la gente más joven, marcará de forma clara los próximos años y apunta de forma clara cuáles han de ser los próximos objetivos del feminismo.

La derecha intenta seducir a los jóvenes con el mantra “el feminismo ha llegado demasiado lejos”. Como si hubiera un punto exacto en el que el feminismo debiera detenerse o como si hubiera conquistado más de lo que le corresponde. Como si no quedaran cuerpos resistiendo, derechos por ganar y violencias que desmantelar. El feminismo no ha llegado demasiado lejos, sino demasiado hondo. No puede retroceder porque cada avance ha costado organización, rabia y amor colectivo. Porque cada derecho conquistado es un derecho defendido.

Pero lo cierto es que entre las tareas del feminismo no está solo hacer frente a la internacional reaccionaria. En los últimos meses hemos vuelto a constatar algo que ya sabíamos: que la violencia machista está en todas partes. Todas significa todas, también los partidos de izquierdas. La violencia machista, la violencia sexual, las dinámicas patriarcales, son todos ellos fenómenos estructurales y no hay un solo espacio inmune a ellos. Ni los movimientos sociales, ni las redacciones de periódicos, ni las universidades, ni los partidos. Por bien que nos sepamos la teoría no deja de doler cuando volvemos a darnos de bruces con la realidad. Mientras la derecha se sume en cinismo y enarbola una realidad -el machismo está en todas partes- como arma arrojadiza, afirmando que la izquierda es un lugar peligroso para las mujeres, desde la izquierda tratamos de entender por qué ha pasado y sobre todo cómo conseguir que nunca vuelva a pasar.

Afirmar que “la izquierda no es un lugar seguro para las mujeres” suena como decir que la izquierda es un espacio más inseguro para las mujeres que el resto del mundo. Lo cual no es cierto. La militancia en la izquierda pone a una mujer en peligro en la misma medida que su participación en la sociedad de cualquier otra manera. La diferencia entre que los espacios sean más o menos seguros para las mujeres reside más en la capacidad de las mujeres de esos espacios para organizarse y ocupar el poder que en ser de izquierdas, de derechas, o ser una empresa o ser un sindicato. Un partido de izquierdas es o será más o menos seguro para las mujeres en la medida en la que las mujeres ocupamos el poder y nos organizamos para cambiar las dinámicas. Una empresa puede ser un lugar mucho más seguro para las mujeres que un partido de izquierda si hay mujeres con poder que se organizan para hacerlo.

A la par, es imprescindible que los hombres se impliquen de verdad en el proceso de expugnar el machismo de cada rincón hasta erradicarlo y volverlo algo socialmente tan reprobable e insólito como el canibalismo. Los hombres de los partidos de izquierdas -y de cualquier otro espacio- deben hablar de cómo se relacionan con las mujeres, de las violencias que ejercen o pueden ejercer, de si se reconocen en conductas de acoso sexual o no, pero también tienen que hablar de su construcción de los liderazgos, de sus mitos, de sus ídolos, de sus referentes, en suma, de quiénes son y quiénes quieren ser. Que los hombres se hagan cargo de su parte no solo es necesario para erradicar la violencia sexual. También hay un enorme potencial histórico en que los hombres puedan por fin hablar de los malestares, estructuras machistas y violencias, algunas simbólicas y otras muy palpables (mayor tasa de suicidio, menor esperanza de vida, mayor fracaso escolar, mayor riesgo de ocupar espacios violentos o criminalizados, agresiones sexuales entre hombres, etc) que a ellos también les atraviesan. El momento es ahora.

Venimos de unos años en los que la recapitulación anual entre un 8M y otro fue una sucesión de victorias dulcísimas. Las muy pertinentes críticas a cómo el antirracismo no estaba ocupando el lugar central que debía dentro del movimiento, o cómo no estábamos sabiendo frenar la transfobia, o cómo frente a la violencia machista tenemos excelentes diagnósticos pero vamos muy cortas en tratamientos, todo ello ha cambiado el sentir, pero no las ganas. Del júbilo exultante pasamos a arremangarnos, porque vienen años de mucho trabajo por delante. Solo hay una cosa clara: lo vamos a hacer juntas. Y lo vamos a conseguir.

Espacio Eco
Un proyecto de Espacio Eco

Marta Carmona, Jimena Gonzalez, Ana Tejero, Cristina Castillo, Lucía Lois, Marina Montoto, Mariana Arce y Ángela Millán; diputadas, concejalas y dirigentes de Más Madrid.