La cultura no es un gasto, es una inversión
Decía José Luis Sampedro, en contraposición al lema nazi de los campos de concentración “Arbeit macht frei”, (“el trabajo os hará libres”), que es la cultura lo que nos hace realmente libres. Desde su poder emancipador, sólo el pensamiento crítico nos habilita para la libertad, al margen de cualquier manipulación alienante.

Hoy, más que nunca, la reivindicación de la cultura se nos hace absolutamente ineludible, casi como respirar. Nos emplazamos en un escenario de crecimiento económico que corre paralelo a corrientes de pensamiento simplista que amenazan gravemente a la estabilidad de las democracias. Dotar a la cultura del papel preeminente que debe ostentar en sociedades como la nuestra, pasa por valorarla como un factor esencial en el avance de nuestro país, porque además de sus valores humanistas, que contribuyen a reforzar las ideas, el acceso a un derecho tan fundamental como la cultura suele estar unido a una actitud combatiente frente las perturbaciones que nos atenazan. Y, por ende, la evaluación de su potencial económico logra hacer de la cultura una herramienta poderosa, cada vez más pujante en la economía y en la sociedad.
España es actualmente el principal motor económico de la Unión Europea, con una previsión de crecimiento para 2025 del 2,6%, según el dato facilitado por la Comisión Europea y a pesar de la incertidumbre global existente. Con este telón de fondo, se ha presentado esta semana en Madrid el último informe de la Fundación COTEC sobre los valores económicos de la cultura. A tenor de lo recogido en el informe, destaco algunas cuestiones importantes: la primera, el retorno económico que genera la inversión en cultura (en palabras del presidente Pedro Sánchez, que asistió a la presentación del informe, 1,75 euros por cada euro invertido, con un impacto superior a industrias tan destacables como la farmacéutica o la textil). La productividad de los sectores culturales y creativos es de un 40% más que el conjunto del sector servicios y lleva un ritmo de creación de empleo post pandemia del 17%. Además, se caracteriza por una alta presencia de autónomos (34%) y por la escasa brecha de género existente respecto a otros sectores. Otro asunto relevante es la concentración geográfica de los recursos culturales, así como las expectativas de desarrollo del turismo cultural como un factor de dinamización clave en territorios sensibles al reto demográfico.
El reconocimiento de la cultura en nuestro país se viene haciendo cada vez más patente en los últimos años, no en vano España es actualmente el cuarto país en influencia cultural y patrimonial por detrás de Italia, Francia y Estados Unidos y el español se habla por parte de 600 millones de individuos. El impulso a la proyección internacional de la cultura española se plasmará a partir de este año mediante el Plan Estratégico de Acción Cultural Exterior 25-28, que llevará a cabo el Gobierno de España y que permitirá potenciar las industrias culturales y creativas con mayor proyección internacional. Igualmente, nuestro país será próximamente sede de Mondiacult 2025, un encuentro en el marco de la UNESCO en donde se presentará el Primer Informe Mundial sobre el Estado de la Cultura y se perseguirá un doble gran objetivo: defender la cultura como un bien público global y promover la creación de un ODS específico para la cultura.
El interés por la relación entre la cultura y su impacto económico ha crecido exponencialmente en España en los últimos años, destacándose ya en Europa como uno de los países que mejor miden y elaboran diagnósticos en ese sentido. A través del portal “Culturabase”, por ejemplo, se obtienen importantes estadísticas culturales con datos desagregados. La investigación sobre economía y cultura que realizan investigadores de la academia y la sociedad civil en España es también muy considerable. Aún así, queda mucho por hacer, como expresan los autores del estudio de COTEC, que han seleccionado nada menos que doce indicadores económicos concretos que permiten mostrar el estado de salud de los sectores culturales creativos y, por extensión, del ecosistema cultural y creativo del país. Parece, por tanto, que la cultura ha dejado de ser considerada un lujo prescindible para pasar a ser un derecho y una necesidad o más aún, un “gasto” para las administraciones. Porque son innumerables los beneficios que aporta la cultura a la sociedad, no sólo en su faceta más crítica y creativa, como expresé al inicio de estas reflexiones, sino también como garante de calidad democrática.
La cultura produce efectos altamente beneficiosos, especialmente en la salud mental, la convivencia y la educación y se va abriendo paso, ostentando un mayor reconocimiento como el bien valioso que es, cada vez más rentable. Invertir en cultura es invertir en personas libres, cada vez más cohesionadas. Es asegurar la dignidad colectiva, garantizar la sostenibilidad y abrir una ventana al futuro. Como dicen los jóvenes de la Generación Z, invertir en cultura “nos renta”.
Marta Saavedra Doménech es senadora por Gran Canaria y portavoz de Cultura del PSOE en el Senado. El HuffPost no se hace responsable de las opiniones mostradas por nuestros colaboradores.