El campo de batalla en Ucrania más allá del 'golpe siberiano': ¿pueden cambiar las cosas?
El ataque contra la aviación estratégica de Rusia ha subido la moral en Kiev, al demostrar que el invasor no es intocable. Sin embargo, Moscú sigue avanzando en la creación de una zona de amortiguación en la frontera. Con el impacto no basta.

En la última semana, Ucrania se ha anotado dos tantos llamativos contra Rusia: el ataque a su aviación estratégica en instalaciones de retaguardia, a base de drones baratos, y el golpe contra el puente de Kerch, en la Crimea anexionada por la Federación, cuyos cimientos han sido deteriorados por un submarino. Si el segundo es más simbólico, el primero es más palpable: 41 aeronaves, algunas de ellas bombarderos estratégicos con capacidad nuclear, han quedado fuera de juego, dañadas o destrozadas.
La moral, cuando la invasión cumple tres años y cuatro meses, sube con estas andanadas, por el consuelo de que los de Vladimir Putin no son intocables. Puede que tampoco sean invencibles. Sin embargo, la gran pregunta ahora, en la resaca de la euforia, es si este tipo de operaciones militares y de inteligencia van a cambiar el curso de la guerra. No parece que vaya a haber un giro de 180 grados, porque para eso hace falta mucho más, más hondo y más sostenido, más paralizante, pero sí puede generar alteraciones en los planes inmediatos de Moscú.
David Kirichenko, investigador asociado de la Henry Jackson Society, un grupo de expertos transatlántico en política exterior y seguridad nacional, con sede en el Reino Unido, defiende que, por fuerza, el ataque del 1 de junio, el de las bases de Siberia, "obligará al Kremlin a replantear radicalmente su postura en materia de seguridad interna, lo que podría llevar a desviar recursos de la invasión de Ucrania". La "capacidad de Kiev para llevar a cabo operaciones ofensivas complejas en el interior de Rusia" también hará sensato revisar la inteligencia nacional y el sistema de defensa y alerta temprana, que según medios de Ucrania no saltó en ningún momento, mientras se abrían las cajas de madera, salían los drones, localizaban los aviones y les disparaban.
"La operación del domingo representa una nueva etapa en los esfuerzos de Ucrania por repeler la invasión de Putin en Rusia. Al desplegar un gran número de drones subrepticiamente por toda la Federación Rusa y activarlos remotamente, Ucrania demostró su capacidad para atacar en cualquier lugar sin previo aviso", sostiene. "Las consecuencias de esto son potencialmente de gran alcance. Rusia debe ahora reforzar la seguridad en cada base militar, instalación militar-industrial, centro de mando y centro de transporte del país".
Potencial es la palabra clave, porque no se sabe aún el verdadero impacto de lo ocurrido: las cifras que da Ucrania, la de las 41 aeronaves atacadas, más el supuesto daño en el 34% de los bombarderos estratégicos rusos que llevaban misiles de crucero, por un valor total de 7.000 millones de dólares, tienen como fuente sólo a Kiev. Aún no han podido ser verificadas, pese a que imágenes satelitales independientes sí que han mostrado las pistas de las bases son los aviones quemados o afectados por los disparos de los drones. Los ha mostrado, por ejemplo, la agencia Reuters.

Además de reforzar las medidas defensivas en torno a la infraestructura militar, Rusia también ahora debe también "introducir más controles en las fronteras del país y vigilar de cerca toda la actividad a lo largo de las interminables carreteras que se extienden desde la frontera oriental de Europa hasta el océano Pacífico" si no quiere más sorpresas. "Esto es una pesadilla logística", avisa el experto. Por ejemplo, debido al ataque de Ucrania, "todos los contenedores de carga deben ser tratados con sospecha". El tamaño de la Federación Rusa, que siempre ha sido un motivo de orgullo para Putin, se ha convertido ahora, dice, en un problema si necesita extender su red de vigilancia.
Pese a esos ajustes, asume que no estamos ante un golpe determinante. "Si bien el éxito de Ucrania del 1 de junio no pondrá fin a esta campaña de bombardeos, podría ayudar a salvar vidas ucranianas al reducir el número de aviones disponibles y obligar a Rusia a dispersar sus bombarderos estratégicos restantes a lugares más alejados de Ucrania", augura el analista en un texto difundido por el tanque de pensamiento Atlantic Council.
"Y si bien cualquier reducción en la capacidad de Rusia para bombardear a civiles ucranianos es bienvenida, es probable que el impacto de los ataques a bases aéreas ucranianas en el futuro curso de la guerra sea mucho más profundo. Los ataques ucranianos del domingo en puntos de toda Rusia han transformado la situación en el frente interno de Putin", ahonda. Desde el inicio de la invasión a gran escala de Rusia hace más de tres años, los rusos "se han acostumbrado a ver la guerra como algo que ocurre lejos. Esa sensación de seguridad ahora se ha desmoronado", sostiene. Ese, el daño mental, es especialmente significativo, a su entender.
Una opinión similar a la de Kirichenko tiene el el teniente coronel español en la reserva José García, quien califica tanto el ataque a los aviones como el daño en el puente de Crimea como "acciones interesantes y motivadoras" para los de Volodimir Zelenski. Le parece especialmente relevante el golpe en la retaguardia, porque el Kremlin "se ha apoyado fuertemente en sus bases de bombarderos" en estas posiciones desde que comenzó su "operación militar especial" sobre Ucrania, en febrero de 2022. Allí, a 2.000. 3.000 o 4.000 kilómetros de la línea del frente, ha intentado mantener a salvo su material, en una "especie de centros logísticos" en los que "no sólo se protege armamento y material, como los bombarderos de largo alcance alcanzados, sino que se forman nuevas unidades militares y se realizan entrenamientos".
Lo hacen todos los ejércitos cuando tienen una guerra abierta, dice. En el caso de Rusia, esas bases eran "importantes" porque han sido clave en el asedio por aire de Ucrania, "incluyendo objetivos civiles", una estrategia que ha combinado con el lanzamiento de drones de ataque de base iraní, los Shahed, "para mantener las ciudades ucranianas bajo amenaza nocturna". El medio de oposición ruso Meduza ha publicado que las fuerzas rusas utilizaron las aeronaves destruidas el domingo para lanzar más de 3.000 misiles de crucero que han alcanzado infraestructuras críticas y objetivos civiles en Ucrania desde febrero de 2022, indica una fuente de la OTAN. "La coerción le ha funcionado hasta ahora, por eso es sensible que se alteren o destruyan las herramientas con las que sustenta su hoja de ruta", afirma.
Las consecuencias de esta jugada, para ya, son como poco "costosas", dice el militar. "Parece de sentido común que los bombarderos atacados tendrán que ser reparados, si esa posibilidad existe, y los restantes tendrán que ser reubicados", pone como primer paso. Luego viene el blindaje extra, vistos los fallos de protección. "Hay que proteger los perímetros y los cielos de esas bases, con radares, dispositivos de alerta temprana, revestimientos de tierra...", cita. El impacto en las capacidades nucleares del país es aún "muy complicado de aventurar", a su entender.
E insiste en que, pese a estas acciones y las bajas generalizadas en la guerra, "Rusia tiene aún muchos militares y muchos medios como para verse muy muy afectado en sus capacidades, por éxito que tenga esta acción asimétrica al generar daño, enfado, confusión, ayudar a ganar tiempo y elevar el ánimo en la tropa".
El esfuerzo en recuperarse que tiene un doble "desgaste" para Rusia, pese a todo: por un lado, tiene que gastar dinero en ello; por otro, necesita también medios y personal especializado para poner todo a punto, "de soldados a técnicos", que hay que llevar desde otras posiciones. Ucrania, por ejemplo. "No se puede saber cuán voluminoso será ese traslado, pero puede que haya efectivos que sean movidos, cuando son necesarios para la anunciada ofensiva de verano de Moscú", indica el experto.
Las negociaciones imposibles
Atacar activos profundos y bien defendidos le ha salido bien a Ucrania. Ahora saben que la idea es repetible, pero no hay que perder de vista, indica García, que ha costado año y medio de trabajo poder atacar en las bases de aviones, por ejemplo. Claro que pueden intentarlo en depósitos de misiles o fábricas de drones, ya lo intentan, pero tampoco han logrado resultados definitorios. "Hay quien diría que ya es bastante, teniendo el enemigo que tienen enfrente", recuerda.
Kiev ha tenido que encontrar la manera de contrarrestar las oleadas de drones y ataques con misiles balísticos que, en los últimos meses, han causado más daños que los misiles de crucero rusos, incluyendo el reguero de civiles muertos en ataques a edificios residenciales o calles sin objetivos militares cercanos en el este, el centro y el norte del país. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y su rastreador de ataques ha demostrado que los drones Shaheds son ahora el arma aérea más frecuente y rentable en la campaña rusa.
Es una amenaza más, aparte de las bombas y la artillería, multiplicadas por ataques sostenidos e intensos que coinciden con el periodo de negociación abierto hace cuatro meses a instancias de Estados Unidos, que por ahora ha sido incapaz de aplicar un alto el fuego y se ha limitado a intercambios de prisioneros. Ucrania ha respirado un poco, frente al triunfalismo ruso, en la mesa de debate. No en las ciudades, no en las trincheras, porque no se ha pactado ni el armisticio de 30 días propuesto por Washington y aceptado por Kiev, pero rechazado por Moscú.

El pasado miércoles, ante la imposibilidad de avanzar en los retomados contactos en Estambul (Turquía), el presidente norteamericano, Donald Trump, mantuvo una conversación con Putin en la que quedó claro que no habrá una "paz inmediata". "Fue una buena conversación, pero no una que conduzca a una paz inmediata. El presidente Putin afirmó, con mucha firmeza, que tendrá que responder al reciente ataque a los aeródromos", detalló el republicano en un mensaje en la plataforma Truth Social. También desveló que Rusia le había prometido que iba a "responder" al ataque de Kiev sobre sus aviones y su puente. Este viernes, por ejemplo, más de 400 drones y 40 misiles fueron lanzados sobre Ucrania, sólo en la madrugada. Quizá el primer aviso.
Los críticos con Rusia entienden que el memorándum entregado en la cita del lunes en suelo turco es maximalista y poco prometedor. Lo más que se espera sacar de Putin en este momento, si llega, es una pausa estratégica para reorganizarse y lograr el levantamiento de algunas sanciones internacionales, como ya negocia con EEUU. Por ahora, sólo habla de la posibilidad de parar "dos o tres días" y mantiene la necesidad de solventar las "causas profundas" del conflicto. Para Rusia son, precisamente, que "Ucrania no es ni siquiera un Estado" (Putin dixit ya en 2008).
"El Kremlin no puede ser persuadido, sino derrotado", afirma por eso Brian Whitmore, investigador del Atlantic Council Eurasia Center y profesor en la Universidad de Texas-Arlington. Dice que no le sorprende "en absoluto" que no haya avances de la "caótica diplomacia itinerante", como la llama, porque no hay nada que contente a Putin y "neutralice" el "imperialismo ruso".
Explica el Kremlin tiene un especial empeño en separar estas negociaciones de la recuperación de las relaciones comerciales con EEUU, algo que no disgusta a Trump. Su situación lo necesita, porque "la economía de la guerra tampoco favorece a Moscú". "Si bien Moscú ha encontrado maneras de mitigar el impacto de las sanciones occidentales, el creciente déficit, los subsidios insostenibles y el creciente coste del servicio de la deuda están sometiendo a una grave presión a la economía rusa", dice. Ofrece minerales y tierras raras, además de energía. Si la Casa Blanca da el paso de acercarse en este flanco, sería un "grave error", avisa en analista, porque daría un "salvavidas" a Moscú. Ya está habiendo movimientos en el Senado para que las sanciones no se levanten, al menos.
El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), un tanque de pensamiento washingtoniano, explica que en la llamada Putin-Trump hubo, además, un detalle importante: el enfado de Moscú con Kiev con lo que llama "atentados terroristas" recientes. Rusia acusa a su enemigo de una serie de descarrilamientos de trenes, el pasado fin de semana, con un saldo de siete muertos y más de un centenar de heridos. Insiste en la "narrativa" de que el Ejecutivo de Kiev es de "nazis" y "terroristas" con los que no se puede negociar nada. El de Zelenski, vende Rusia, es un gabinete "ilegítimo", pues, y eso le permite negarse a negociar, a ceder, justificar retrasos en las reuniones, prolongar la guerra y atacar. Los bombardeos del viernes, de hecho, han sido ya explicados como una "respuesta" a "actos terroristas".
Las trincheras
Whitmore dice, por todo esto, que estamos ante una "larga guerra" que se ganará "en el campo de batalla" con práctica seguridad. "La necesidad se ha convertido en la madre de la invención" y por eso se ven nuevas iniciativas de Ucrania, que ha hecho cuajar una "vibrante" industria de defensa, lo que sumado a la ayuda de los aliados occidentales le ha permitido mantenerse a flote. "Estados Unidos y Europa deben decidir si están dispuestos a ayudar a Ucrania a ganar", concluye.
La situación en las trincheras no es sencilla. Ucrania no cae, pero Rusia no gana, por más que el invasor sea el que más avanza en los últimos tiempos, y más que pretende hacerlo si se cumple la anunciada operación de verano. Según el ISW, en los primeros cuatro meses de 2025, Rusia avanzó 1.627 kilómetros cuadrados en el frente en el este de Ucrania, sufriendo 160.600 bajas. Esto supone una cifra de 99 bajas por cada kilómetro cuadrado de territorio logrado. Sus expertos también estiman que, "a este ritmo de avance, las fuerzas rusas tardarían aproximadamente 3,9 años en apoderarse del resto de las provincias de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Jersón", que son las cuatro regiones que Putin se anexionó en septiembre de 2022, aunque no las domina por completo, y que reclama en un armisticio final. Se cree que hoy Rusia domina el 20% del territorio soberano de Ucrania.
Además, según el mismo centro, llevaría casi un siglo apoderarse de toda Ucrania, salvo sus regiones fronterizas occidentales, a un coste de casi 50 millones de bajas, lo que equivale aproximadamente a un tercio de la población actual de Rusia. "Las fuerzas rusas sufren un promedio de 1140 bajas diarias y un número desproporcionado de bajas de personal a cambio de ganancias territoriales marginales y devastadoras", afirma en su reporte del 5 de junio.

Y, sin embargo, ahora mismo lo que más preocupa es justo un avance ruso, en la zona de Sumi. Según informa la agencia EFE, las fuerzas rusas siguen ganando terreno en esa región fronteriza del noreste de Ucrania, donde según la plataforma ucraniana de análisis de la guerra DeepState las tropas del Kremlin controlan más de 150 kilómetros cuadrados. El Ejército ruso se encuentra a menos de 25 kilómetros de la capital homónima de la región, una ciudad que antes de la guerra tenía 250.000 habitantes y en la que ayer murieron cuatro personas en un nuevo ataque ruso contra el centro del municipio, indica.
DeepState advierte de que, a esa distancia, las fuerzas rusas pueden empezar a utilizar drones dirigidos con fibra óptica -y por tanto inmunes a las interferencias electrónicas del Ejército ucraniano- contra la propia ciudad de Sumi, lo que haría aún más vulnerable a la urbe ante unos ataques rusos que ya son constantes.
Según ha explicado el portavoz de la Guardia de Frontera ucraniana, Andrí Demchenko, los rusos no utilizan vehículos blindados en su ofensiva sobre Sumi, sino grupos de infantería muy reducidos que a veces penetran tras las líneas ucranianas con el uso de motocicletas o quads para intentar establecerse allí y extender aún más el frente hasta que les lleguen refuerzos. Demchenko dijo también que los rusos emplean esta táctica en un segmento relativamente pequeño de la zona fronteriza de Sumi con Rusia.
El presidente Putin dijo recientemente que busca crear un cordón sanitario en las zonas fronterizas ucranianas para alejar al Ejército de Kiev de las poblaciones cercanas a la línea de demarcación entre ambos países. Zelenski avisó, tras ese reconocimiento, que Moscú concentra unos 50.000 soldados del lado ruso de la frontera para lanzar sobre Sumi una ofensiva que les permita crear un cordón sanitario de diez kilómetros de profundidad dentro de Ucrania. Este extremo ha sido ratificado por fuentes independientes del ISW.
Este centro de investigación sostiene que no hay avances ni retrocesos en la región rusa de Kursk, ocupada parcialmente por Ucrania desde agosto del año pasado y que Putin ha dado por liberada, sin estarlo. Tampoco hay actividad terrestre en Belgorod, la otra zona rusa donde Ucrania logró meter sus tropas en marzo. "Las fuerzas ucranianas avanzaron recientemente cerca de Hulyaipole y en el oeste de Zaporiyia. Las fuerzas rusas avanzaron recientemente en el norte del óblast de Járkov y cerca de Kupyansk, Lyman y Toretsk", añade su informe más reciente.
En su análisis de tendencias, explican que Rusia se está intentando esforzar más en el frente norte y la Ucrania oriental. Su principal meta es "hacer retroceder a las fuerzas ucranianas desde la frontera internacional con el óblast de Belgorod y acercarse a la ciudad de Járkov dentro del alcance de la artillería tubular", en primer lugar. En segundo lugar, quiere "capturar el resto del óblast de Luhansk y avanzar hacia el oeste hasta el este del óblast de Járkov y rodear el norte del óblast de Donetsk" y hacerse con "la totalidad del óblast de Donetsk, el territorio reclamado por los representantes de Rusia en el Donbás, y posiblemente avanzar hacia el óblast de Dnipropetrovsk". También han detectado una "actividad significativa en Bielorrusia", desde donde el 24 de febrero de 2022 entraron varias columnas invasoras, un flanco que Ucrania siempre denuncia como activo potencialmente.
El dibujo es el de un campo de batalla activo, que aguarda acontecimientos y mientras se tiñe de más sangre. Sin esperanza en un futuro inmediato.