Se les rompió el amor: las consecuencias de la guerra declarada entre Trump y Musk
El hombre más poderoso del mundo y el hombre más rico de mundo eran aliados con metas en común pero, también, con enormes diferencias. Sus planetas han chocado y el tsunami parece formidable. ¿Harán las paces antes de despellejarse?

A Donald Trump y a Elon Musk se les ha roto el amor. O, mejor dicho, la alianza que los había unido para cambiar un sistema que no les gusta porque pone límites a sus ambiciones. El presidente de Estados Unidos (el hombre más poderoso del planeta) y su hasta ahora asesor (el hombre más rico del planeta) han chocado por su manera de hacer las cosas y el tsunami se espera formidable.
En pocas horas, se pasó de una crítica del sudafricano al nuevo plan fiscal y del proyecto presupuestario de los republicanos a una cadena de ataques que, si se mira bien, era de esperar entre semejantes personajes. De una norma que parece una "abominación repugnante" a la "decepción" del mandatario, pasando por lo más sensible: el señalamiento del presidente como parte de la lista de Jeffrey Epstein, el empresario milmillonario y corruptor de menores que se suicidó cuando fue detenido y procesado por los abusos sobre docenas de chicas.
La quiebra parece seria, aunque medios norteamericanos previenen ante una posible entente para bajar el tono y que nadie salga mal parado de nuevas "bombas", como llamó el fundador de SpaceX y jefe de Tesla a su velo corrido sobre Trump y Epstein. Sin embargo, el político neoyorquino, al hilo de esas informaciones, dijo el viernes en ABC News que su antiguo aliado había "perdido la cabeza" y que, aunque quiera ahora conversar, él no está "particularmente" interesado en diálogo alguno. Personas cercanas a Trump afirmaron que el mandatario parecía más "decepcionado" que enojado por la ruptura.
En otra entrevista telefónica con CNN, Trump dijo que "ni siquiera está pensando" en Musk y que no hablará con él "en un tiempo". Hay mucho en juego en esta pelea de gallos, con muchas consecuencias posibles, mucho más allá de si Trump vende o regala su Tesla modelo S de color rojo que hoy descansa, mustio, en un aparcamiento delante de la Casa Blanca.
La 'vendetta' trumpista
La primera iniciativa que puede tomar el republicano para hacer daño a su exaliado es dejar de lado los contratos que la Administración norteamericana tiene con las empresas de Musk. En su propia plataforma de redes sociales, Truth Social, el presidente ha sugerido que es buena idea alejarse de SpaceX y Tesla, una "manera más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto".
Es curioso que Trump aluda al ahorro, precisamente cuando a Musk se le había dado por ocupación la dirección del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), de nueva creación, y cuyo objetivo era justamente reducir gastos superficiales del Gobierno. Otra cosa es que entre lo superficial se haya contemplado el 20% del funcionariado de Acción Exterior o el fin de Usaid, la agencia de cooperación nacional.
Pero vayamos al negocio que se traen entre manos. Sólo el año pasado, a las empresas de Musk se les prometieron 3.000 millones de dólares en casi 100 contratos con 17 agencias gubernamentales diferentes. "El Gobierno de Estados Unidos se ha vuelto dependiente de Musk, desde los viajes espaciales hasta la seguridad nacional y el futuro del transporte ecológico", afirma la radio pública NPR.
SpaceX es la empresa controlada por Musk con los contratos más jugosos con el Gobierno: en abril obtuvo uno por valor de 5.900 millones con la Fuerza Espacial para el lanzamiento de satélites y misiones durante los próximos cinco años y en 2021 la NASA le adjudicó otro de 2.890 millones para desarrollar la nave lunar Starship HLS y realizar dos vuelos. El 7% de los ingresos que SpaceX espera para este año dependen directamente de contratos con la NASA, un dato que se traduce en 1.100 millones de dólares. En total, hay en juego 22.000 millones en contratos con esta firma, explica la CNN.
SpaceX también está construyendo cientos de satélites espía para el Pentágono, según informó Reuters en marzo, un trabajo que, de abandonarse, podría tener implicaciones para la seguridad nacional y provocar una reacción negativa de la comunidad de inteligencia.
Los cambios de Trump para aplicar un programa de banda ancha de 42.000 millones de dólares podrían ser una victoria para el Starlink de Musk, su red satelital, que también participa aún en el plan federal para expandir el acceso a internet a las zonas desfavorecidas del país.
Ucrania también ha dependido en gran medida de los servicios de Starlink desde que Rusia lanzó una invasión a gran escala del país en 2022, lo que llevó a altos funcionarios del Pentágono a coordinarse directamente con Musk. Aporta una información necesaria para los de Volodimir Zelenski.
En el caso de Tesla, la mayor empresa de vehículos eléctricos de EEUU (que también controla la red de carga más grande del país), hablamos de una gran beneficiaria del apoyo federal. Es probable que esto cambie con el ambicioso proyecto de ley de reconciliación del Congreso que impulsa Trump, que recortaría los créditos fiscales al consumidor para la compra de vehículos eléctricos y bajaría drásticamente la financiación federal para las estaciones de carga. Los créditos fiscales federales que han fomentado la compra de vehículos eléctricos podrían eliminarse gradualmente, dependiendo de lo que suceda con las negociaciones sobre el paquete de impuestos y gastos republicano que se encuentra actualmente en el Senado. Ese que no gusta a Musk. Ahora se entiende. El destino de los créditos para vehículos eléctricos depende de la megafactura del Partido Republicano.
Si bien los expertos de la industria del automóvil consideran que estos recortes perjudican más a los fabricantes tradicionales que a Tesla, Trump acusó a Musk de no apoyar el proyecto de ley porque eliminaba los subsidios para vehículos eléctricos. Un mero interés personal.
Trump insiste en que es un proyecto "grande y hermoso", que incluye recortes de impuestos extendidos y normas más estrictas sobre quién puede acceder a prestaciones federales. También eleva el techo de la deuda nacional. Las estimaciones sugieren que, en su forma actual, el proyecto de ley aumentará el déficit presupuestario (la brecha entre lo que el Gobierno gasta y lo que ingresa) en alrededor de 600.000 millones de dólares en el próximo ejercicio fiscal.

Viendo por dónde iba Trump, Musk se quiso adelantar y anunció el viernes, por su parte, que iba a desmantelar su aeronave Dragon, de la que EEUU depende para transportar personal y objetos hacia la Estación Espacial Internacional (EEI) y por el que tiene firmado un contrato con el Gobierno federal de 5.000 millones de dólares. Ahora mismo hay astronautas allí que no podrían bajar, porque este ha sido un flanco en el que la colaboración público-privada ha sido esencial en los últimos años.
Las cápsulas Soyuz de Rusia son el único otro medio de llevar tripulaciones a la estación espacial en este momento y digamos que las relaciones entre Moscú y Washington no son las mejores en este momento. Un paso atrás también complicaría el objetivo de la Administración de llevar cosmonautas a la Luna en los próximos años.
En este mundo digitalizado y cortoplacista, el propio Musk dio marcha atrás a su anuncio tras ver el comentario de un tuitero (sí, Musk es también en dueño de X). "Buen consejo. De acuerdo, no retiraremos Dragon", respondió a quien le recomendó "un paso atrás durante un par de días", un consejo también para Trump.
Sólo el anuncio de romper en este punto hizo que Steve Bannon, antiguo aliado de Trump, exasesor suyo y uno de los principales críticos de Musk, a sugerir a Trump que "se apodere de SpaceX esta noche, antes de la medianoche" mediante una orden ejecutiva. ¿Puede hacerlo? Sí, por la Ley de Producción de Defensa, que se aprobó durante la Guerra de Corea y otorga al presidente amplios poderes para obligar a las empresas del sector privado a fabricar materiales de emergencia para la defensa y la seguridad nacionales. También permite al Ejecutivo obligar a las empresas a aceptar sus contratos. El propio Trump la usó en su primer mandato (2017-2021) para aumentar los suministros médicos durante la pandemia de covid-19, cuando ordenó a General Motors fabricar respiradores.
No ha sido la única idea que ha lanzado el gurú de la ultraderecha europea (saltó el charco cuando tenía ya poco que hacer en Washington), quien ha planteado también que se investigue a Musk por su estatus migratorio y su consumo de drogas. Subiendo la apuesta. "Deberían iniciar una investigación formal sobre su estatus migratorio porque creo firmemente que es un inmigrante ilegal y debería ser deportado del país inmediatamente", dijo en una entrevista con el The New York Times. Musk es sudafricano y ciudadano norteamericano naturalizado, pues llegó a EEUU en 1995 para estudiar en Stanford.
Afirmó también Bannon que la Administración Trump también debería investigar también el supuesto consumo de drogas de Musk y el supuesto intento de obtener información clasificada sobre China del Pentágono, como desveló ese diario en marzo pasado. "Bannon aboga por el crimen porque es un criminal", ha respondido Musk.
Otra cosa que puede hacer Trump para vengarse es retirarle a Musk la autorización de seguridad que tiene, por el trabajo que ha estado desarrollando en la Casa Blanca. No ha tenido empacho en hacerlo ya antes con el expresidente Joe Biden, la exvicepresidenta Kamala Harris o la exsecretaria de Estado Hillary Clinton. "Trump podría revocar por completo la autorización de Musk, que este posee como parte de los contratos gubernamentales relacionados con el trabajo de SpaceX con la NASA. Esto dificultaría enormemente que Musk siguiera trabajando con el Gobierno", avisa el Times.
Desde la presidencia, además, Trump dispone de una enorme variedad de poderes, con la capacidad de firmar órdenes ejecutivas que sancionan a adversarios políticos y de ordenar a agencias como el Departamento de Justicia que inicien investigaciones. Usando esa vía, podría poner fin a algunos de los proyectos predilectos de Musk, el ya citado Departamento de Eficiencia Gubernamental, así como a su apoyo a los sudafricanos blancos que, dice EEUU, sufren un "genocidio" en su país sólo por el color de su piel (spoiler: es falso). Este último tema es, directamente, una causa personal de Musk.
La venganza de Elon
Si todo eso es lo que puede hacer un poderoso presidente, no es menor lo que puede hacer un empresario empoderado y con enormes recursos financieros y tecnológicos a su alcance. La amenaza de Dragon ya da cuenta de hasta dónde llegan sus tentáculos, pero hay más. Poner su dinero a funcionar en contra de Trump puede ser una vía de venganza y ya lo ha dejado caer: sin él, otro gallo que hubiera cantado a los republicanos en las elecciones de noviembre de 2024.
En esa campaña, Musk puso más de 250 millones de dólares para ayudar a elegir al presidente, por lo que ahora podría fácilmente financiar campañas contra los republicanos, si cambia la dirección del viento. Puede hacerlo aludiendo ahora a su recuperada libertad política y a su disgusto con proyectos como el de los impuestos. Musk también podría retener los últimos 100 millones de dólares de su promesa de apoyar a Trump, que aún no ha liberado. Ha llegado a decir que, sin su ayuda, hoy el presidente de EEUU sería la demócrata Harris.
Un recuento realizado por The Washington Post ha detectado que al menos 38.000 millones de dólares en apoyo gubernamental se han canalizado a las empresas de Musk, "una estimación que probablemente subestima la amplitud del apoyo ya que algunos contratos de defensa e inteligencia no están disponibles públicamente".
El hecho de que Musk se piense o no dar dinero no inquieta sólo a Trump sino a todo el Partido Republicano que, dejando de lado su centenaria historia prodemocracia conservadora, se ha echado en los brazos del magnate y ve por sus ojos, obra por sus actos, depende de él. El movimiento MAGA (Make America Great Again) se ha posicionado por ahora con el presidente en este cisma, pero duele desdecirse: eran legión los que aplaudían a Musk y avalaban que alguien de su perfil, sin experiencia, estuviera en un alto cargo gubernamental. Una encuesta de YouGov USA indica que una mayoría de republicanos se sitúa del lado del presidente en su disputa con su antiguo aliado: 28% frente a 8% que apoya al empresario. Hay un 52% que pasa de los dos.

En el Senado y en la Cámara de Representantes, los republicanos también se inclinan por su jefe, aunque les duela (y quizá les duela la cabeza por ello) dar la espalda a Musk. Rechazan el señalamiento en el caso Epstein, apoyan el plan fiscal del mandatario y rechazan las formas de Elon. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, ha definido al propietario de X como "un amigo", pero dijo que los ataques que lanzó a Trump fueron "sorprendentes y decepcionantes". "Elon contribuyó mucho a las últimas elecciones, pero esto fue un esfuerzo de todo un equipo", dijo también. "El presidente Trump es la figura política más consecuente de su generación, de la historia moderna de Estados Unidos. Él es el responsable (de la victoria). Pero todos hemos trabajado duro", aseguró a la cadena CNBC.
Aún así, algunos han sacado los pies del tiesto: Chip Roy, congresista republicano por Texas, dice que Musk "no se equivoca" en que hay que ir más lejos en los recortes al gasto público; Thomas Massie, miembro de la Cámara de Representantes por Kentucky, defiende que Musk sólo le está "devolviendo" a Trump su misma forma de hablar, y Ralph Norman, con el mismo cargo pero por Carolina del Sur, dice que Musk, "un genio", tiene "derecho a decir lo que quiera".
Musk tiene un resto de apoyo político, mucho dinero y, sobre todo, influencia. Ahora puede usar las redes sociales como un factor irritante contra Trump. El jueves por la tarde, Musk publicó hasta una encuesta en X, preguntando si era hora de "crear un nuevo partido político en Estados Unidos que realmente represente al 80% del centro". Más del 80% de los casi dos millones de encuestados hasta el momento han votado "sí". Y respondiendo a una publicación que sugería que "Trump debería ser sometido a un juicio político", Musk dijo: "Sí". Sin más detalles.
Esta encuesta puede ser un calentón loco o una apuesta encubierta: si se plantea la posibilidad de que el hombre más rico del mundo respalde a un rival para el sistema bipartidista demócrata-republicano que ha dominado la política estadounidense desde mediados del siglo XIX, la revolución sí sería formidable. Aún así, tras dejarse mucho dinero en la campaña trumpista, llegó a afirmar que pretende gastar "mucho menos" en el futuro, y añadió: "Si veo una razón para gastar políticamente en el futuro, lo haré. Actualmente no la veo".
El ingeniero tiene en sus manos canales abiertos de enorme alcance y algoritmos secretos para difundir sus insultos, acusaciones y pensamientos pero es que, además, ahora tiene también información privilegiada, porque ha estado dentro, donde se concentra el poder. Ya ha mostrado el primer botón: ha acusado a Trump se ser parte de la trama Epstein, aunque no ha afinado si el entonces empresario sólo asistió a fiestas dadas por el empresario o también participó en las violaciones sistemáticas a menores de edad. "Reserven esta publicación para el futuro", escribió Musk. "La verdad saldrá a la luz". Los demócratas de la Cámara de Representantes ya están viendo cómo investigar lo lanzado por canales oportunos.
Por ahora, cuando pesan las palabras cruzadas y los amagos, los que van perdiendo son los negocios: la misma noche de la ruptura, el jueves, la Tesla de Musk cayó ya casi un 15% en Wall Street, aunque el viernes la cosa mejoró y registró subidas de casi un 6%. Trump Media, la empresa del presidente que engloba su red social Truth Social, se dejó más del 8 % de cotización, para ganar un 4% apenas 24 horas después.
Una cosa queda clara: el favor de Trump puede ser efímero y su furia, desenfrenada, tanto como sus pasiones y sus apuestas. Ser hoy su favorito no evita ser un apestado mañana. Ni siquiera Musk ha venido a este mundo a hacerlo cambiar de opinión. Esa gorra suya que rezaba "Trump was right about everything" (Trump tenía razón en todo) debe esconderla en el cajón.
Ahora la pregunta es si ambos encontrarán la manera de distanciarse de una batalla que está destrozando una de las relaciones más importantes de la política estadounidense moderna. Si no lo hacen, es difícil predecir el alcance de las consecuencias de un choque entre dos verdaderos planetas.