El agujero de las anillas de las latas tiene una razón de ser… y no es colocar ahí una pajita
Lo inventó un ingeniero estadounidense que en su día se encontró sin un abrelatas y, desde entonces, ha dado más juego del que más de una persona puede pensar.

¿Alguna vez has intentado meter una pajita en el agujerito de la anilla de una lata de refresco? No eres la única persona. De hecho, es uno de esos pequeños gestos que todos hacemos casi sin pensarlo. Pero por más que parezca algo lógico, ese pequeño orificio no está ahí para eso. Y no, tampoco es un simple adorno, porque ese huequecillo tiene una historia más ingeniosa y técnica de lo que imaginas, según cuenta el portal Marmiton.
Todo empezó en un pícnic, en 1962, cuando el ingeniero natural de Estados Unidos, Ermal Cleon Fraze, se dio cuenta de que se había olvidado el abrelatas en casa. En ese instante nuestro amigo se vio tan apurado que acabó por abrir una lata dándole golpes contra el parachoques de su coche. De aquel apaño improvisado nació una idea brillante: el diseño de una anilla que permitiera a cualquier persona abrir las latas sin necesidad de utensilios.
La invención de Fraze cuajó enseguida y las latas con anilla empezaron a fabricarse en masa. Durante años, ese sistema que había inventado se convirtió en el estándar para la industria, pero no tardaron en aparecer algunas críticas. ¿Por qué? Pues porque las calles y las playas del país empezaban a llenarse de esos pequeños aros metálicos que, por otra parte, cortaban con facilidad y no había forma de reciclar.
Sin embargo, no fue hasta mediados de los años setenta, otro ingeniero, Daniel F. Cudzik, propuso una solución más segura: una pestañita que permaneciera unida al envase. Así se evitaban los residuos metálicos y, de paso, se creaba el famoso agujerito que hoy todo el mundo ha visto, aunque pocos saben para qué sirve.
No es un adorno ni está pensado para sujetar una pajita
Según Marmiton, ese agujero tiene una función muy concreta. “Se diseñó para facilitar la apertura de la lata”, señalan. Actúa como una palanca que reduce el esfuerzo necesario para levantar la lengüeta y perforar el aluminio. Además, permite usar menos material en la fabricación, lo que supone un ahorro importante si hablamos de millones de envases.
Aunque no lo parezca, el diseño responde a lógica pura de ingeniería industrial. Y aun así, hay quien sigue arrancando la pieza metálica sin pensar en las consecuencias. “Presenta riesgos ecológicos”, advierten los expertos. Puede causar cortes, dañar la maquinaria de reciclaje o incluso acabar siendo ingerida por animales. Lo mejor es dejarla en su sitio y tirar toda la lata al contenedor amarillo.
Eso sí, si eres de los que coleccionan estas chapitas para manualidades, adelante. Hay quien las convierte en colgantes, ganchos o incluso piezas decorativas. Pero tenlo claro: ese pequeño agujero no está ahí para sujetar una pajita. Está ahí para ayudarte a abrir la lata sin dejarte los dedos.