Sergi López, protagonista de 'Sirat': "La propuesta testosterónica de este mundo hace aguas por todas partes"
Entrevista con el actor de la cinta de Óliver Laxe galardonada con el Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

El tráfico de la Gran Vía de Madrid poco tiene que ver con el desierto que se plasma en Sirat, la película de Óliver Laxe que acaba de recibir el Premio del Jurado en Cannes, pero Sergi López intenta transmitir y reflexionar sobre el viaje espiritual que se narra en la pantalla.
El protagonista de la cinta recibe a El HuffPost en medio de una intensa promoción para intentar que los espectadores vayan a las salas a ver una película cuya fotografía y banda sonora se han hecho para ver en la gran pantalla. Curtido en el teatro, López interpreta a Luis, un padre acompañado de su hijo pequeño que emprende una búsqueda para encontrar a a su hija y termina siendo acogido por un grupo de raveros en medio del desierto de Marruecos.
Un viaje no solo físico, sino también espiritual que el actor ha ido trazando inevitablemente al mismo que tiempo su personaje.
Sirat es una película que muchos han definido como una experiencia sensorial, ¿qué sentiste cuando leíste el guión por primera vez?
Un escalofrío, jaja. No, un escalofrío no, pero algo eléctrico sí. Me encantó enseguida. Cuando vi esto me encontré con lo que desearía siempre, que es leerte algo que no sabes por dónde va, no sabes con qué compararlo. Cuando tú tienes cosas, aunque estén bien escritas porque puede ser un thriller bien escrito, una buena comedia romántica, pero empiezas a ver por dónde va, qué está proponiendo...
Esta peli no. Esta peli el mundo de las raves con un señor ahí dentro, no sabes dónde va y luego hay una cosa que dinamita la película y se va a otro lugar. Luego este viaje más profundo, psicodélico, espiritual, cosas que explotan... Estás en una película de aventuras.
Empiezan a hacer un viaje...
Sí, y en el guión no ves las imágenes, pero las intuyes. En el desierto, con los camiones, las polvaredas... y piensas, '¿dónde van estos dos pringados?' Luego ves que la peli no es sobre el señor y el hijo, es sobre todos y su viaje colectivo. Me leí el guión y me encantó, aunque llamé a Óliver y le dije: ‘la parte más dolorosa y más explícita de este señor yo no creo que la pueda hacer, no sé cómo se hace’. Es una cosa tan extrema... Él me propone, como en la peli, seguir el sirat, seguir el camino y las cosas que te van llegando. Más que encontrar soluciones, afrontarlo, asumirlo y lo que él me decía, acercarme al abismo. Él siempre me empuja a saltar y esta idea a mí me gustaba.
Comentabas en otra entrevista que la película había sido un salto al vacío, ¿cómo lo afrontaste como actor?
Ha sido curiosamente divertido, interesante, enriquecedor... no ha sido doloroso. A mí me gusta decir que hago de actor, de payaso, de saltimbanqui, porque es de donde vengo, del teatro amateur, pero también porque con la distancia del actor como alguien importante no me siento a gusto. Cuando estás en un rodaje te das cuenta de que no tienes esa importancia, no estás solo.
La distancia con el personaje, con el juego, con que no soy yo, me ha ayudado mucho a tener como una revelación. Me interesa mucho no ser ejecutores, sino que haya algo que te sobrepasa, que nace de ti. Esta es la lección de los raveros que no han actuado nunca, no han ido a una escuela, no tienen técnica pero tienen una mirada, un cuerpo que transmite cosas que no se dan ni cuenta. A mí las performances de actor me echan un poco para atrás, me gusta separarme del actor o actriz y entrar en el personaje, no pensar ‘qué bien lo hace este actor’.
Imagino que en esa idea de que la actuación nazca de ti mismo te ayudaría que parte de los actores fueran raveros, ¿no?
Con ellos fue muy bien. Óliver sabe que me entiendo bien con la gente. Es un crack porque escogió esta familia, me coge a mí como actor no solo porque actúo bien. Tuvimos una reunión en su casa para hablar de la película y yo les dije ‘no sé cómo lo voy a hacer’, porque lo que importa es el presente, hacerlo bien, atreverte a jugar y a proponer. Esto a ellos les vino bien para relajarse y a mí en el fondo también me interesa que seamos amigos y pasar desapercibido entre ellos, no que digan 'el actor es ese'. Yo quiero estar a su lado igual, sin tener que demostrar. Fue inspirador por los dos lados.
¿Fue fácil también rodar con Bruno, el actor que interpreta a tu hijo en la película?
Hicimos unas pruebas de casting con varios niños y cuando Óliver me dijo '¿qué piensas?' dije enseguida Bruno, ya no porque lo haga bien o no pero porque tenía una cosa parecida a mí. Nos entendimos muy bien, es un tío muy majo y somos una pareja curiosa porque no somos padre e hijo y la relación que teníamos al rodar era un poco rara, porque es de actores, pero yo soy mayor que él.
Él era más obediente que yo, estábamos rodando en el coche y yo bajaba la ventana y él decía ‘no, Óliver ha dicho que no bajes la ventana’ y yo le decía ‘somos actores, no te cortes’. Yo tengo experiencia y no se trata de no hacer caso a nada, si a ti en ese momento algo te ayuda, pues te lo puedes pasar por el forro. Hay que encontrar la vida. Él actúa muy bien, tiene algo, es muy natural.
Comentaba Óliver que rodar en el desierto te obliga a mirar dentro de ti mismo, ¿ha sido así para ti?
Sí, algo pasó, algo me está pasando. Se juntan diferentes cosas, yo tengo 59 años... En esta peli, yo sin ser nada de actor de método, de eso de llevarme a casa el personaje, ni pienso en mi dolor para actuar el dolor de Luis, es más fuerte mi imaginación que mi realidad, pero sí me ha pasado una cosa con la mirada hacia dentro.
Sabemos que la vida es preciosa cuando lo es. Cuando te toca vivir cosas dolorosas te jodes, pero todos sabemos que tienes que avanzar y que igual mañana te cae un piano en la cabeza. La vida no te va a decir ‘la semana que viene hay una cosa cojonuda para ti o una cosa horrible’. Esa incertidumbre, o te miras dentro e intentas avanzar con lo que te toque... Pues a mí me ha pasado con el oficio, no todo es superficial y decir ‘soy actor y tengo talento y lo hago bien’. Hay otra cosa que es abandonarte, salir feo, poner el cuerpo al servicio de la causa y dejar que pasen cosas, y eso me ha sacudido por dentro. He vivido una experiencia profunda y me ha pillado en un momento de cambio en mi vida, también como Luis, estoy solo, a ver qué hago con mi vida ahora, y eso resonaba sin ser la misma historia.
En la película hay una conversación en la que uno de los personajes dice que llevamos tiempo en lo que parece el fin del mundo, ¿tú tienes también esa sensación?
Yo creo que todos tenemos la sensación de que este mundo se está cayendo a trozos. Nos agarramos a lo que sea y nos aferramos a la ilusión de que todo va a ir mejor y tal pero yo creo que la propuesta testosterónica de este mundo hace aguas por todas partes. Hablas de antifascismo y parece que eres un radical, pero en el fondo es lo más moderado del mundo. Es evidente que esto no tira, esto de crecer eternamente... es evidente que cuanto más crecemos más gente hay hundida y explotada, cuanto más ricos son unos...
Esto es lo que estamos viviendo y creo que la película toca una cosa con los raveros, que lo han asumido. Yo me he quedado parado porque son un colectivo maduro, estructurado, no están todo el día drogados y tienen una idea del mundo. Han desertado y tienen conciencia feminista, ecológica, colectiva... En mi pueblo hay fiestas y hay 14 tíos que se pegan, en estas raves no se pega nadie, no hay esta banalización de pegarse. Hoy parece que es guay pegarse en grupo, nos estamos volviendo locos. Es una lección de madurez la de los raveros, viven en los márgenes, pero es una propuesta política. Cuando miras dentro somos bastante parecidos.